Ella

Ella se acuesta en su cama como cada noche. Como cada noche se ha puesto el pijama, uno de esos desgastados por el uso. Como cada noche ha cogido de la cocina un gran vaso de agua y lo ha dejado en el suelo, junto a la cama, en el lado derecho. Como cada noche ha apagado la luz y se ha girado a su izquierda. Pero esta noche, no puede dormir.
Sabe de su existencia desde hace mucho tiempo, desde que era una niña que apenas sabia caminar. Conoce su nombre, su edad, pero no su forma, porque tiene la capacidad de cambiarla a su antojo. Puede también cambiar su color. Un día puede ser parduzco, al otro gris, y al otro del negro más intenso del mundo. Sabe que vive en los sitios más recónditos y que tiene el poder de aparecerse de repente en cualquier sitio: en la cocina, en la ducha, en el trabajo, paseando por la calle… Sabe que está cerca, que la sigue como una sombra porque su cuerpo ya se ha adaptado a él y siempre reacciona del mismo modo: el corazón empieza a latir con una fuerza descomunal, sus manos tiemblan y las lágrimas invaden sus ojos. Se siente indefensa, pequeña, incapaz, dominada por una fuerza extraña que le impide dar un solo paso…
Esta noche Ella no puede dormir. Se revuelve en la cama y gira de lado a lado con el corazón acelerado y ganas de llorar. Sin causa. Sin motivo. Sólo por él, por ese monstruo que los años no han conseguido hacer más pequeño…
Enciende la luz. Se levanta. Mira bajo la cama, en el armario, en todas partes… No hay nada. Probablemente haya decidido utilizar el don de la invisibilidad y esconderse en la pared o en el edredón… Vuelve a la cama, y mira el reloj. En unas horas amanecerá y entonces todo será más fácil porque ya se sabe que los monstruos siempre son más peligrosos de noche...


Él sabe que no tiene poder. Que todo lo que le sucede a Ella esta noche no es más que producto de su mente. Que quizás, ni tan siquiera exista. Y si existe, lo hace únicamente porque se alimenta de la energía de personas como ella, de sus corazones acelerados, de su sudor en las manos, de sus ganas de llorar y gritar… Sabe que, si Ella fuese consciente de su falta de poder se iría haciendo diminuto y desaparecería dejando sólo un pequeño rastro de humo, y entonces ya no podría cambiar de forma, ni de color, ni hacerse invisible y esconderse en su lugar favorito, entre las sábanas de cualquier mortal... Recuerda que, hasta hace relativamente poco tiempo, no tenía ni nombre. Hasta que alguien lo nombró por primera vez, y le dio su primera forma. Y cada vez que alguien dice su nombre, él aumenta de tamaño, y se hace más fuerte, y más capaz… Un nombre estúpido que quizás no signifique nada… Miedo…

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